"Su sonrisa y sus grandes ojos luminosos nos probaban que la muerte no existe. No hay más que la vida"
Un médico
La historia de Chiara Badano es sencilla y extraordinaria a la vez. Su nacimiento, el 29 de octubre de 1971 en Sassano (Italia del noroeste), colmó de alegría a sus padres que, desde hacía once años, esperaban este acontecimiento. Aunque la familia no tenía más que unos ingresos modestos (el papá era camionero), la mamá dejó su puesto de obrera en una empresa de pastelería para ocuparse de su hija. Chiara, que era una niña viva y risueña, sabía alegrarse con las cosas pequeñas y mostrarse generosa. En una tarea del colegio, no le pidió juguetes a Dios en Navidad sino "la salud para su abuelita Gilda y todas las personas que no estaban bien". A los nueve años, tuvo un encuentro personal con Dios, que fue fundamental para el resto de su vida, durante un encuentro de niños del Movimiento de los Focolares. Su entusiasmo era tan grande que va a arrastrar a sus padres a participar al Familyfest en 1981, un festival mundial de familias organizado por los focolares. Será el principio de su conversión a Cristo. ..
Mirando los cuadernos del colegio de Chiara, vemos cómo se maravillaba ante la vida. Siendo adolescente, le gustaba estar con sus amigos y amigas en un café, en las tardes de fin de semana. Le gustaba mucho cantar y bailar, no soporta quedarse quieta y le gustaría ser azafata. Le gusta el deporte, practica la natación, el tenis y las excursiones por la montaña. Es precisamente durante durante un partido de tenis cuando siente un dolor subito y punzante en el hombro. Los médicos, que al principio diagnosticaron un callo óseo, tienen que rendirse a la evidencia. Se trata, en efecto, de una forma de cáncer de huesos de los más graves y dolorosos. Chiara acoge la noticia con mucho valor. Después de un largo silencio, sin lágrimas ni rebeldía, dice: " ¡Soy joven, saldré de ésta!"
Exámenes médicos, operaciones cirúrgicas, quimioterapia... Nada funciona y el mal avanza a pasos de gigante, llegando a la médula espinal. Sus piernas se paralizan entonces. Los cuidados son muy dolorosos. Chiara, que no se queja nunca, saca su fuerza de su fe, en su descubrimiento de "Jesús abandonado", que ha llevado sobre El todos los sufrimientos de los hombres en su grito de abandono en la Cruz. "Me parece que El me llama a algo más, a algo más grande..., cuenta Chiara a sus amigos. Quizá me voy a quedar en una cama durante años. No lo sé. Para mí, sólo cuenta la Voluntad de Dios: (...) vivir el momento presente, entrar en el amor de Dios (...). Me espera otro mundo y sólo tengo que abandonarme. Siento que formo parte de un proyecto estupendo que se me desvela poco a poco."
Chiara ofrece todo lo que vive por amor a los jóvenes, a su país, a los que están alejados de la fe. Su habitación se convierte en un lugar de encuentro y de amor. Su actitud impresiona a los médicos. Uno de ellos comenta: "Su sonrisa y sus grandes ojos luminosos nos probaban que la muerte no existe. No hay más que la vida."
Un dialógo luminoso se estableció entre Chiara y su mamá, que pasaba jornadas interminables con ella:
Mamá, ¿es justo morir a los 18 años?
No sé si es justo. Pero si Dios tiene ese designio sobre ti, tenemos que hacer su voluntad.
Mamá, me gustaría tanto andar en bici y Dios se ha llevado mis piernas.
¡Jesús se ha llevado tus piernas y te ha dado alas!
Tienes razón. Si me preguntaran si quiero pasearme, diría "no" porque, tal y como estoy, estoy más cerca de Jesús...
"Si al principio veníamos a verla para animarla, muy pronto comprendimos que ella nos atraía como un imán", comenta un joven. Todos experimentaban cerca de ella una "atmósfera de paraíso".
Le preguntaron un día: "Tienes en los ojos una luz maravillosa, ¿de dónde viene?" Y Chiara Luce respondió simplemente: "Me esfuerzo por amar mucho a Jesús".
"Si quieres Tú, Jesús, yo también lo quiero", no deja de repetir Chiara Luce mientras la enfermedad avanza inevitablemente y el sufrimiento la atenaza. " ¡Me siento tan pequeña y el camino a recorrer es tan arduo! Pero es el Esposo el que viene a mi encuentro...", decía ella, recordando así lo que vivió Santa Teresita.
Chiara Luce desea prepararse de manera particular al Encuentro. Elige un vestido blanco con una cinturita rosa y se le hace probar a una amiga para ver el efecto que produce. Será el vestido para la "boda", su funeral. Es ella la que elige las flores, los cantos, las lecturas y da como consigna a su madre: "Cuando me prepares en mi lecho de muerte, mamá, no tendrás que llorar, sino repetir: "Ahora Chiara Luce ve a Jesús"". Así, el domingo 7 de octubre de 1990 –el día de Nuestra Señora del Rosario- a las cuatro de la mañana, dirigió las últimas palabras a su madre: " ¡Sé feliz porque yo lo soy"!" Su último don serán sus ojos, que una vez trasplantados, permitieron a dos niños recobrar la vista.
Más de 2000 personas de todas las edades y medios sociales, creyentes o no, asistieron a su funeral. Reinaba una atmósfera de alegría sencilla.
Su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinación que acoge flores, ofrendas para "sus" amiguitos de Africa, cartas y peticiones de favores.
Un médico
La historia de Chiara Badano es sencilla y extraordinaria a la vez. Su nacimiento, el 29 de octubre de 1971 en Sassano (Italia del noroeste), colmó de alegría a sus padres que, desde hacía once años, esperaban este acontecimiento. Aunque la familia no tenía más que unos ingresos modestos (el papá era camionero), la mamá dejó su puesto de obrera en una empresa de pastelería para ocuparse de su hija. Chiara, que era una niña viva y risueña, sabía alegrarse con las cosas pequeñas y mostrarse generosa. En una tarea del colegio, no le pidió juguetes a Dios en Navidad sino "la salud para su abuelita Gilda y todas las personas que no estaban bien". A los nueve años, tuvo un encuentro personal con Dios, que fue fundamental para el resto de su vida, durante un encuentro de niños del Movimiento de los Focolares. Su entusiasmo era tan grande que va a arrastrar a sus padres a participar al Familyfest en 1981, un festival mundial de familias organizado por los focolares. Será el principio de su conversión a Cristo. ..
Mirando los cuadernos del colegio de Chiara, vemos cómo se maravillaba ante la vida. Siendo adolescente, le gustaba estar con sus amigos y amigas en un café, en las tardes de fin de semana. Le gustaba mucho cantar y bailar, no soporta quedarse quieta y le gustaría ser azafata. Le gusta el deporte, practica la natación, el tenis y las excursiones por la montaña. Es precisamente durante durante un partido de tenis cuando siente un dolor subito y punzante en el hombro. Los médicos, que al principio diagnosticaron un callo óseo, tienen que rendirse a la evidencia. Se trata, en efecto, de una forma de cáncer de huesos de los más graves y dolorosos. Chiara acoge la noticia con mucho valor. Después de un largo silencio, sin lágrimas ni rebeldía, dice: " ¡Soy joven, saldré de ésta!"
Exámenes médicos, operaciones cirúrgicas, quimioterapia... Nada funciona y el mal avanza a pasos de gigante, llegando a la médula espinal. Sus piernas se paralizan entonces. Los cuidados son muy dolorosos. Chiara, que no se queja nunca, saca su fuerza de su fe, en su descubrimiento de "Jesús abandonado", que ha llevado sobre El todos los sufrimientos de los hombres en su grito de abandono en la Cruz. "Me parece que El me llama a algo más, a algo más grande..., cuenta Chiara a sus amigos. Quizá me voy a quedar en una cama durante años. No lo sé. Para mí, sólo cuenta la Voluntad de Dios: (...) vivir el momento presente, entrar en el amor de Dios (...). Me espera otro mundo y sólo tengo que abandonarme. Siento que formo parte de un proyecto estupendo que se me desvela poco a poco."
Chiara ofrece todo lo que vive por amor a los jóvenes, a su país, a los que están alejados de la fe. Su habitación se convierte en un lugar de encuentro y de amor. Su actitud impresiona a los médicos. Uno de ellos comenta: "Su sonrisa y sus grandes ojos luminosos nos probaban que la muerte no existe. No hay más que la vida."
Un dialógo luminoso se estableció entre Chiara y su mamá, que pasaba jornadas interminables con ella:
Mamá, ¿es justo morir a los 18 años?
No sé si es justo. Pero si Dios tiene ese designio sobre ti, tenemos que hacer su voluntad.
Mamá, me gustaría tanto andar en bici y Dios se ha llevado mis piernas.
¡Jesús se ha llevado tus piernas y te ha dado alas!
Tienes razón. Si me preguntaran si quiero pasearme, diría "no" porque, tal y como estoy, estoy más cerca de Jesús...
"Si al principio veníamos a verla para animarla, muy pronto comprendimos que ella nos atraía como un imán", comenta un joven. Todos experimentaban cerca de ella una "atmósfera de paraíso".
Le preguntaron un día: "Tienes en los ojos una luz maravillosa, ¿de dónde viene?" Y Chiara Luce respondió simplemente: "Me esfuerzo por amar mucho a Jesús".
"Si quieres Tú, Jesús, yo también lo quiero", no deja de repetir Chiara Luce mientras la enfermedad avanza inevitablemente y el sufrimiento la atenaza. " ¡Me siento tan pequeña y el camino a recorrer es tan arduo! Pero es el Esposo el que viene a mi encuentro...", decía ella, recordando así lo que vivió Santa Teresita.
Chiara Luce desea prepararse de manera particular al Encuentro. Elige un vestido blanco con una cinturita rosa y se le hace probar a una amiga para ver el efecto que produce. Será el vestido para la "boda", su funeral. Es ella la que elige las flores, los cantos, las lecturas y da como consigna a su madre: "Cuando me prepares en mi lecho de muerte, mamá, no tendrás que llorar, sino repetir: "Ahora Chiara Luce ve a Jesús"". Así, el domingo 7 de octubre de 1990 –el día de Nuestra Señora del Rosario- a las cuatro de la mañana, dirigió las últimas palabras a su madre: " ¡Sé feliz porque yo lo soy"!" Su último don serán sus ojos, que una vez trasplantados, permitieron a dos niños recobrar la vista.
Más de 2000 personas de todas las edades y medios sociales, creyentes o no, asistieron a su funeral. Reinaba una atmósfera de alegría sencilla.
Su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinación que acoge flores, ofrendas para "sus" amiguitos de Africa, cartas y peticiones de favores.
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