viernes, 25 de diciembre de 2009

mensaje de Navidad de Nuestro Arzobispo


La Navidad es el comienzo de una Vida Nueva, es la certeza de que Dios no abandona al hombre, sino que viene a su encuentro en Jesucristo para ser su camino y hacerlo partícipe de su misma Vida. Este es el motivo profundo de la alegría y la esperanza con la que celebramos la Fiesta de Navidad. Tomar conciencia de la realidad de este camino de Dios es el comienzo de la vida cristiana.


Esta presencia tiene un rostro concreto en la persona y la vida de Jesucristo, que se hace mensaje de vida, de amor y de paz para todos los hombres que quieran recibirlo. Nuestra mirada se dirige en este día a Jesucristo, que nació en la humildad y el silencio para enseñarnos el camino de Dios. Pero no podemos dejar de mirar esa otra realidad tan cercana y dolorosa, con la que él ha querido identificarse y desde la cual nos interpela, que es la situación de muchos hermanos nuestros que viven en circunstancias de carencias materiales y espirituales.


Ellos son los destinatarios preferidos del amor de Dios. Conocemos esas circunstancias y tal vez nos acostumbramos a que el mundo sea así. Se adormece nuestra conciencia y convivimos en un mundo que aparenta crecer y vive la sola expectativa de un consumo mayor, pero que deteriora y pisotea la dignidad de la imagen de Dios en el hombre. Pienso en el drama de la pobreza, la desocupación y la marginalidad; en el flagelo de la droga y el aumento del juego; el clima de inseguridad y el desprecio por la vida; el negocio de la prostitución que avanza sobre la adolescencia en nuestros barrios y no encuentra una suficiente reacción moral en la comunidad.


Hay una cultura que se empobrece y en la cual viven nuestros niños, que se aíslan en un presente sin proyecto de futuro. Frente a este drama social y cultural ellos no encuentran en la sociedad la necesaria ejemplaridad ni el camino de una propuesta que les presente la grandeza y el sentido de una vida fundada sobre la solidez de la verdad y la solidaridad, sobre la vivencia del amor y la belleza y el compromiso con el bien y la paz. Navidad es un don de Dios, pero es también una tarea ofrecida a todos los hombres de buena voluntad.


Cuánta necesidad tiene el mundo de que se abra nuestro corazón y nos comprometamos a hacer realidad este Mensaje de Dios al hombre para elevarlo y desde él, recrear las condiciones de un mundo que esté a la altura de la dignidad del hombre. Dios llega al hombre a través del hombre. Qué bueno que seamos nosotros mensajes vivos de Navidad para nuestros hermanos. Deseándoles una feliz Noche Buena, reciban de su Obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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