viernes, 30 de octubre de 2009

Lo padres deben educar a sus hijos en el bien, la belleza y la vida


¿De verdad estamos obligados a celebrar Halloween?


Un año más y de de manera cada vez más agresiva, vemos por estas fechas en todos los centros comerciales calabazas narajas, brujas y vampiros. Nuestros hijos nos piden disfraces de monstruos y nos reclaman una fiesta con caramelos y velas. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿se puede jugar inocentemente con la muerte? La iglesia Católica nos recuerda en estos días que a los niños hay que educarlos con una hipótesis positiva y buena de la vida, que la muerte es muy seria como para reirse de ella y que el bien siempre "gana", como dan prueba de ello tantos y tantos santos en nuestra historia.



Celebrar Halloween es «contradictorio» con la fiesta católica del día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. Así lo ha explicado el director de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el padre Joan María Canals, quien señaló además que celebrar Halloween «no es muy pedagógico» para los niños. «Una cosa es la realidad y otra el juego, y en medio están los niños. La muerte no es un juego ni una fiesta para divertirse un día al año. ¿Qué idea de la muerte queda en el corazón del niño que se ha disfrazado de calavera y ha estado jugando?», se pregunta el padre Canals. «Por una parte, los colegios y los propios padres instan a sus hijos a disfrazarse en Halloween y, por otra, cuando llega la muerte de un ser querido, ¿qué pasa?».


Por tanto, hay que dar a Halloween «un sentido cristiano», ya que en esta fiesta de origen irlandés «no se ve el sentido de muerte como lo vemos los cristianos, ya que nosotros vemos más allá. Para el cristiano no termina todo aquí», explicó. Así, en la fiesta de Todos los Santos la Iglesia católica «hace memoria de todos los que gozan en el cielo contemplando al Señor». «Es un día para mirar al cielo y contemplar que hay una multitud de personas que han vivido en la tierra y han muerto en gracia del Señor», añadió el sacerdote.


El prelado alcarreño alerta clara y abiertamente sobre el "riesgo" de que costumbres "paganas" e "importadas" como la fiesta de Halloween prevalezcan hasta hacer desaparecer nuestras propias costumbres cristianas "arraigadas y beneficiosas" como la devoción a los santos y el recuerdo a los difuntos.


El día 1 de noviembre, la Iglesia Católica celebra la festividad de Todos los santos, es decir "la santidad de Dios en los santos", como explica el padre Canals. Tanto es así que el Evangelio para esta festividad es el texto del sermón de las Bienaventuranzas, "el programa de vida presentado por Jesús a todos los que le quieran seguir".


Al día siguiente -domingo 2 de noviembre-, la Iglesia Católica hace memoria de los Fieles Difuntos desde la oración y el recuerdo de los seres queridos "para que el Señor en su bondad les conceda la felicidad eterna", dice Canals. Y añade: "Se trata de una fiesta que estimula a la vida, y no a la muerte. La piedad cristiana recomienda la visita al cementerio para orar por ellos y por los familiares que experimentan el dolor de la separación humana".Y tras la explicación religioso-teológica, el representante de la Conferencia episcopal extrae las conclusiones oportunas: "Por sentido pedagógico, es necesario que los niños descubran el valor de la vida y de la bondad, y no fomentar la muerte. Los menores se abren a la vida y no a la muerte. Los padres deben ser conscientes y encauzar el sentido de fiesta hacia lo bueno y a la belleza, en vez del terror, el miedo y la misma muerte".


La vida es la festividad cristiana de Todos los Santos e incluso de Fieles Difuntos. La muerte, Halloween. Porque en ésta última "los niños se disfrazan de brujas, vampiros, fantasmas, con máscaras de cadáveres, esqueletos, etc. Y los padres favorecen este tipo de fiesta y que jueguen con elementos de muerte. Pero ellos mismos son los que, cuando muere un familiar, los apartan para que no vean al familiar muerto. Está claro que la pedagogía se resiente por falta de lógica".Y es que, como indica monseñor Sánchez, "si todo quedara en juego de niños, con sus regalos y travesuras...". El peligro radica, según el obispo de Sigüenza, en que "a impulsos del comercio, del consumo y de la moda, costumbres como ésta, paganas, importadas, prevalezcan y hasta desplacen costumbres cristianas como la devoción a los santos y la oración por los difuntos".

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