lunes, 10 de mayo de 2010

CELEBRACIÓN MARIANA POR LA PATRIA



Hoy, 8 de Mayo, en todos los Santuarios marianos del país nos reunimos en torno a la mesa del altar, para iniciar la celebración del Bicentenario de nuestra Patria. El Altar, el Santuario y la Patria se nos presentan como tres realidades que han tenido, y tienen, un profundo significado en nuestra historia. El Altar nos habla de Jesucristo, el Santuario de la devoción a la Virgen María y la Patria de nuestra tierra y tradiciones.


Volver nuestra mirada a ellos es fortalecer el presente y abrirnos con esperanza al futuro que debemos construir. La fe en Dios no nos aisló como argentinos cuando éramos una nación joven, por el contrario, ella nos permitió abrirnos "a todos los hombres del mundo que quieran habitar en suelo argentino", sin distinción de raza o religión. La fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo es una riqueza en la que hemos nacido y crecido como Nación; hoy queremos agradecerla al iniciar la celebración del Bicentenario.


En el nombre de Jesucristo fuimos bautizados. El Evangelio de Jesucristo no sólo nos revela el camino de Dios hacia el hombre, sino que nos descubre el rostro divino del hombre (cfr. N.M.A. 56). Esta certeza de la fe que ilumina la dignidad del hombre nos debe llevar, además de a un acto de gratitud, a realizar un sincero examen de conciencia. La fe que hemos recibido del Evangelio nos dice que el hombre ha sido creado para la vida y el amor, no para la miseria y la muerte.


Cuánta necesidad tenemos de examinar a la luz de la fe, el camino que hemos recorrido. No podemos hablar de una cultura cristiana cuando el hombre, creado a "imagen de Dios", es víctima de injusticias y marginalidad. La auténtica fe en Dios es un compromiso con el hombre. Debemos recuperar este sentido de la fe, para construir juntos una sociedad que le permita al hombre alcanzar su plena realización. La fe en Dios que es garantía de la dignidad del hombre, se convierte en fundamento de la libertad y la solidaridad, por ello, volvamos a invocar: "la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia".


Qué bueno que en este día sepamos reconocer nuestros errores, arrepentirnos y comprometernos con esta dimensión de la fe, para decirle nuevamente a "Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Queremos ser una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso con el bien común".


La devoción a la Virgen que hoy nos convoca, aquí en Guadalupe, es una realidad que ha acompañado el camino de nuestra Patria. Cada Santuario, a lo largo de todo el país, es un testimonio elocuente de su presencia. La devoción a María "se inserta en el cauce del único culto llamado cristiano, porque tuvo en Cristo su origen y eficacia, y por medio de Cristo nos conduce, en el Espíritu, hacia el Padre" (L.P.N.E. 28).


Al descubrir su presencia el pueblo cristiano recuerda y verifica aquellas palabras, que el mismo Señor le dijera al pie de la Cruz: "Mujer, aquí tiene a tu hijo" (Jn. 19, 26). A esta presencia maternal de María, el pueblo cristiano la ha reconocido y sentido como un signo del amor de Dios que nos acompaña, sobre todo en momentos difíciles y de dolor. Hoy queremos reconocer y agradecerle su cercanía de Madre, y decir, con el compromiso de la fe y el amor a nuestra tierra: Con María, construyamos una Patria para todos.


La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca. El don exige gratitud, la tarea supone un compromiso que haga fecundo el don recibido. Argentina es un país con historia y con futuro. Qué nos pasa a los argentinos que vivimos encerrados en pequeñas disputas que nos enfrentan, y alejados de los grandes ideales y valores que nos unirían.


No es posible una vida verdaderamente humana y una sociedad políticamente justa, sin valores e ideales. Esta enseñanza de nuestra historia ha quedado plasmada en el camino de nuestra Constitución Nacional, que tuvo su sede en nuestra querida ciudad. No tengamos temor a hablar de crisis moral en nuestra Patria. No busquemos las culpas fuera de nosotros. Digamos con fuerza que es posible una Patria de hermanos en la que todos nos sintamos parte viva de un proyecto de Nación.


Si vemos que la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Más que un reclamo esta es una deuda que aún sigue vigente, y que se lee "en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de Dios" (CEA. Afrontar con grandeza nuestra situación actual, n° 11).


Que en torno a la mesa del Altar, y a los pies del Santuario de Nuestra Madre en Guadalupe, nos comprometamos a construir una Patria de hermanos. Reciban junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en Cristo Nuestro Señor.


Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

No hay comentarios:

Publicar un comentario