El Señor nos ha invitado a su banquete, a formar parte de su familia, a celebrar juntos.
Pero para poder entrar hay que revestirse con el mejor vestido, ese vestido que muestra nuestra adhesión a la celebración a la que hemos sido invitados.
No se trata de un vestido comprado, no se trata de un vestido que usaremos para ocultar algo.
El Señor nos invita a revestirnos de amor.
Pero no un amor culquiera, sino con el Amor de verdad.
Un amor que nos lleve a amar a Él sobre todas las cosas, un amor que nos enseñe a amar al prójimo.
Es hora de revestirnos del Amor.
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